Por Encima de la Ciudad

Por Encima de la Ciudad
Marc Chagall

sábado, 18 de enero de 2014

El hombre es un golazo de Dios (Erick Pohlhammer)


“Los marcianos han llegado ya a jugar fútbol al Monumental” Poeta Jorge Ragal


Yo no creía en los marcianos. Ni siquiera cuando leí Crónicas Marcianas
de Ray Bradbury. Pero una noche entró un marciano por la ventana de
mi pieza (no es chiste), se sentó a los pies de mi cama y me empezó a
hablar de fútbol.

Sabía tanto de fútbol el marciano, que no tuve tiempo ni de preguntarle su
nombre. Sabía que Fernando Riera había sido el deté de la Roja en el mundial
del 62 –será una fiesta universal/ del deporte del balón–, ubicaba a Germán
Casas, cantó canciones de los Ramblers, hasta me habló del enfoque taoísta
del fútbol de Riera, ese del “toque-toque-toque: el gol sale solo” que le carga al
gran Eduardo Bonvalet, pero es la clave del éxito de Barcelona, que deja lona a
sus rivales al sumarle, a este viejo esquema exitoso, afluencia y velocidad.

La carucha verdosa del marciano resplandeció un instante bajo el efecto
radiante de la lechosa luz de la luna: un ojo glauco; el otro, cerúleo. Muy
bellos: achinaditos. Como los del Chino Lihn. Debido a que no sentí miedo ni
lo discriminé (por ser marciano) (y de Marte) (los contactados dicen que son
más bellos los venusianos) y me encantaba escucharlo hablar de fútbol,
se le soltó, aún más, la lengua y tipín dos de la mañana, se fue “en volá”, como
diría la Pati, y empezó a darme las formaciones de la U de los 60, San Luis de
Quillota de los 70, el Colo de los 80, Unión la Calera de los 90, Palestino del
2000, y hasta del actual Temuco de Marcelo Salas que, según él, tiene alas, no
sólo en los talones de los pies, sino en su inmortal alma astral universal.

Me cayó bien el marciano. Buena onda. De repente quise hablarle de cine, y
me dijo: 

–Qué más películas quieres que tus propias películas mentales y la película
incesante de la vida cotidiana, y si quieres películas de acción, te llevo en mi
nave espacial y viajamos por el Tiempo ilusorio a la Guerra de Vietnam.

Pensé: el fútbol lo apasiona más. Entonces, y para sorprenderlo, le dije –
parejito, de corrido–, la formación del Lazio de los tiempos de oro de Marcelo
Salas. Y se la dije parejito y de corrido: Marchegiani, Negro, Nesta, Mihajlovic,
Pancaro, Sensini, Simeone, Ravanelli, Stankovic, Verón, Nevdev, Salas.

Se puso de pie, a lo Pedro Carcuro, y aplaudió. “Bravo, bravo –dijo– el que
cultiva la memoria construye un palacio en su conciencia, hecho de imágenes
y dulzura” y se puso a hacer dibujitos con una pelota imaginaria imitando a la
Bruja Verón, en el círculo central del piso de tablas de mi pieza luminosa.

–A ver, ¿en qué equipo jugó Iván Zamorano, cuando Marcelo Salas jugaba
por Lazio? 

No vaciló: “por el Inter, junto a Di Baggio, Peruzi y Seedorf; corría el
año 2000”.

Ya estamos en el 2013. El tiempo vuela, le dije. “No, son ustedes, los terrestres,
los que vuelan, de planeta en planeta, encarnación tras encarnación, de
galaxia en galaxia. Son muy afortunados. En cambio nosotros, los marcianos,
estamos encadenados a Marte, como la pelota a la red o el banderín del corner
a un ángulo agudo de 30 grados.

Pelota en la red, pelota en la red: mató-mató-mató-mató, canté, e ipso facto
nombró a Ernesto Díaz Correa. ¿Cómo podrá un marciano oír a un relator de
fútbol? ¿Tendrán radios a pila? Una pila de preguntas se apiló en mi cabeza.
Me puse las pilas y le pregunté por los tres mejores arqueros chilenos de todos
los tiempos.

Dijo que el mejor arquero de Chile había sido Cóndor Rojas, seguido de Osbén
y Sapo Livingstone; encontraba fuera de serie a Gustavo Dalsasso de Everton y
a Felipe Núñez de Palestino.

Luego me dio una cátedra de fútbol, la que resumo al máximo: manifestó que
Chita Cruz fue mejor que Chumpitaz; expresó que Rosenthal fue el Romario
del Pacífico, y se fue al Glasgow de Escocia demasiado temprano; alabó el
fútbol sinfónico de Bielsa; destacó al ingeniero Pellegrini; criticó al Fantasma
Figueroa por enojón; soslayó los errores de Beckenbauer (pasaba de Chile a
Alemania como si nada) (los marcianos son cuánticos: saltan del punto A
al punto C sin pasar por el punto B) (como la poesía astral del poeta Ragal);
fustigó las falencias defensivas; puso entre paréntesis la idea que “no hay
mejor defensa que un buen ataque”; valoró el fútbol italiano, pero discrepó
con dejar todo al contrataque: no en vano el Imperio Romano cayó por
esquemas demasiado defensivos; se abstuvo de opinar de la frase de Valdano:
“El fútbol es un juego que consiste en cerrar y abrir espacios”. Le exigí al
menos una sola razón. Esto dijo: “¿Y qué pasa si un equipo sale a la cancha
decidido a defenderse SIN EL MENOR INTERÉS EN ABRIR LA DEFENSA
RIVAL? Le basta el cero a cero. ¿Deja de jugar al fútbol por eso?” Allí me dejó
marcando ocupado. Allí me cayó la teja –recién–que era hiper lúcido. Más
inteligente al menos que Valdano, que es muy, pero muy inteligente. 

Tras cartón, evocó a Elías Figueroa: “de Calera, siendo una caña de bambú,
pasó a Santiago Wandereres, y en Wandereres se convirtió en un roble enorme;
todo quien pasa por Wander’s (así dijo: Wander’s), como Moisés Villaroel, o
Juan Olivares, el Gordon Banks del equipo caturro, y tantos otros, será futura
estrella cristalizada.

Y dele con Wanderito. Y Valparaíso: uno de los 5 puertos más mágicos del
mundo. Los conocía todos. Incluido el Puerto de Palos, de donde zarpó Colón
a descubrir América en 1492.

Y ahí, sentadito, muy cómodo, a los pies de mi cama, recordó ese año cuando
Jorge Peineta Garcés, tiró parriiiiba a “Wanderiiiito”. Así dijo: Wanderiiito:
alargando 3 veces la letra i, tres veces. 

Y yo cachúo como dice la Pati, qué onda, socio, tanto con Wandereres, y
¡¡¡otra vez!!!, como si fuese ventrículo del colosal relator Nicanor Molinare
de la Plaza –parejito y de corrido– nombró, uno por uno, a la verdosa oncena
porteña, como sus propias mejillas verdosas: Toro, Garrido, González, Robles,
Villarroel, Neveu, Vergano, Pérez, Vega (Marcelo Vega) Otta, Soyo y Navia ¿El
Choro Navia? Sí, el mismísimo... Choro... Navia...

A esta altura de mi relato, quiero decir que, la semana pasada, en el Monte, a
15 kilómetros de la noble ciudad de La Calera, según el diario El Mercurio de
Valparaíso, murió de un infarto al miocardio, una anciana, al “entrar por la
ventana de su pieza un ser no identificado y sentarse a los pies de su cama”.
Alcanzó a llamar –por celular– a su única hermana, a la ciudad de Limache. 

Eso había leído yo, en El Mercurio de Valparaíso, la semana pasada. 

Pensar en eso me puso estúpido. Al estúpido ponerme, se me vino la noche
encima: quizá este enano verde no sea tan inocente. Eso pensé. Pero no, era
mi propia mente: me estaba sugestionando. ¡Qué culpa tenía él, quizá el ser
traslúcido, más angélico del universo entero, de mi falaz ignorancia humana;
de mi total “falta de conciencia cósmica”, como diría Stephen Hawkins, de
nosotros.

Estuve al “borde” de meterme un autogol.

Nuestra mentecita “loca” nos mete “autogoles” estúpidos impresionantes.
Seguro: leyó mi mente (son telepáticos). Y plim plim plim, más veloz que una
finta de Garrincha, zarpó, a la noche inmensa, en su fúlgida y melódica
nave espacial.

Se fue por un “pliegue” de la antimateria cósmica.

Sólo alcancé a... VER –con nitidez– (Matta) una vistosa insignia de Santiago
Wandereres, con sus 3 estrellas, –58, 68, 2001– dibujadas de manera prolija y exquisita,
 a un costado tornasol de su pequeña nave holográfica, parecida a los
autos “huevitos” de los 60, y me puse a llorar de emoción. 

Cuando dejé de llorar, dirigí la vista hacia mi almohada, y sobre ella, el
visitante cuántico había dejado escrito, sobre la funda blanca, a modo de
graffiti, con tinta verdosa, como de tinta instantánea, esta frase:

EL HOMBRE ES UN GOLAZO DE DIOS.
Cuando se fue en el OVNI, caché, por la insignia, que era de Wanderito.

martes, 14 de enero de 2014

Rendijas

Bajo las sábanas rojas
nuestra ropa yace desparramada
tal como las hojas secas
de la última semana de marzo.

Allí nos observan las rendijas
dueñas de nuestra historia.






domingo, 12 de enero de 2014

Por la mañana

Después del café
la ducha húmeda, el piso encerado
el pan tostado: la mantequilla
manchando los dedos
tibios
                    del café
mientras tú
bostezas entre sábanas
al cerrar la puerta
para no verte jamás.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

¡ He de regresar !

Encontrándote en todas partes
¡ he de regresar !
cuando la trova se impregne en tu sonrisa
cuando la trova se funda en el silencio.

A tus brazos, a tus labios
a tu piel.

Revivir los instantes,
que la vida guardó en el velador
mientras , una y otra vez,
tu silueta corrompe mis libros,
y en cada espacio de mi habitación
te apareces con el polvo,
que dejó el tiempo.

A tus brazos, a tus labios.
 
Sobre la ciudad van cayendo los latidos
de los astros que en antaño fueron Dioses
y que ahora, danzan con el viento
despreocupándose del mundo
porque de ese mismo mundo,
hemos vuelto a ser los dueños.

A tus brazos
¡ He de regresar !
a vivir, a soñar, a reir.

A ti.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Nuestra vida, ha terminado.

Cuando una de mis letras lo toquen:
las libélulas ya no volarán más
y las gotas de lluvia,
dejarán de sentir el asfalto.
Los caballos de la noche se demorarán
sin estrellas; sin tus estrellas.
Con el hielo macabro de la muerte
asomado entre mis muslos.

Cuando una de mis letras lo toquen:
he de arrepentirme de nacer, he de arrepentirme de ti
golpearé paredes, invocaré al invierno
soñaré con negras albas
desangrando las golondrinas
que nacientes, vimos algunas vez volar.

Cuando una de mis letras lo toquen:
olvidaré a la vida y su manto nostálgico
las lágrimas se secarán en la pupila
los monstruos serán amigables perros.
Aquellos pasajes, se quemarán con mis gestos
con el pecho oprimido
y con el mismo viento;
volveré al cementerio.


jueves, 5 de septiembre de 2013

No nuevamente.

Con las cartas sobre la mesa
nos despedimos, mostrándonos el pecho:
con la nostalgia por el cielo
con los sueños derrumbados
con los ojos estrujados
y la vida; con la vida ya perdida.

Vi caducar los hasta luego
y como nos apagaban las sonrisas.
La muerte entregó su hiel
a las manzanas ya podridas
si partidas, no comidas
y la vida, con la vida ya perdida.

Tramité los relámpagos de invierno
para tener compañía en las noches de verano
Era un extranjero en mi propia casa
ya carente del hartazgo de la plazoleta
que daba hacia mi ventana.
Y la vida, con la vida ya perdida.

Las sábanas se rodearon de cal
mientras hacian el amor con la noche.
Con el horizonte en los ojos
y mi gato en el hombro
aprieto fuerte a la vida mientras se eriza
en mi palma tratando de perderse nuevamente.


lunes, 26 de agosto de 2013

Vate Intelectual.

Vate de cabellera asepiada
hombre raro, distinto, con toque de normalidad.
De relucientes y prístinos dientes
que con cloro se han de fregar.

Historias de amorios interminables
que duran lo que dura el vivir
que duran lo que dura la inmortalidad.
Fotografías que nunca se han de sacar
de su lugar, del estante matriarcal.
Noches con sueños; y pesadillas inconclusas
perecibles al sonar del despertador.

De horizontes que se estrechan con el tiempo
con mañanas imperceptibles e inholoras
por el fausto superfluo del destartalado hogar.
No apagues las luces, no cierres las puertas
deja que el viento recorra el lugar
libre y manso, adueñándose de lo que queda.

Vate de ojos caidos
historiador y poeta, un anciano anticuado
amante del cuento distinto,
del puerto diluvial,
de la calada y lluvial locura
de un añoso mundo intelectual.

martes, 20 de agosto de 2013

Ya se fueron.

La sombra de los pasos que voy dando
ya inocentes de la añeja nequicia
se distancian de los valsecitos
escritos en las esquinas mojadas
por leche y gotas de lluvia.

Ya no se toman
los gatos ya se fueron.

Las calles están cerradas
las raíces tapadas por asfalto
las bocinas se apoderan del silencio
la ciudad está siendo devorada
por malditos gigantes de cemento.

Ya no hay luz
Gaia se fue.

Las pinturas se quebrajan
se dividen en colores
las sonrisas se tapan con la tierra
los juguetes en pequeños ataudes.

Ya no hay sueños
los niños ya se fueron.

Sigo frente al paso de cebra
queda poco para cambiar a verde
mis pasos están desapareciendo
de donde mi vida y yo,
seguimos siendo.

Ya no hay nada
decidí quedarme.